No habría imaginado empezar hablando de Socialización en los primeros años de vida.
En el nido, el grupo es reducido, la atención muy individualizada y, además, en estas edades no suelen mostrar una necesidad de juego compartido…
Vamos a poner un poco de perspectiva...
La infancia representa lo nuevo dentro de una sociedad y nosotros, como adultos, tenemos un papel clave en esa comunicación entre lo que hemos construido y la posibilidad de dar espacio a lo que ellos nos traen.
Entrar a formar parte de un grupo, un colectivo mayor implica asumir sus normas, sus reglas… y dependiendo de nuestra madurez poder integrarlas y vernos como miembros activos del mismo, pudiendo no sólo asumir si no poder hacer nuestro aporte y así participar en su mejora y transformación…
Así, resumido no es poca cosa…;)
Previo a eso, para poder participar, uno se tiene que conocer así mismo (su particularidad e individualidad); y, para poder enriquecer al resto es necesario haber experimentando relaciones de calidad, de confianza, de seguridad….
Es por ello que la posibilidad de JUGAR para probar, experimentar, moverse, manipular todo tipo de objetos, conquistar sus propias capacidades y habilidades, tiene un TIEMPO PRINCIPAL en nuestro día a día.
Un juego que va de dentro afuera, que parte de sus posibilidades, de sus necesidades e intereses, que les sitúa en el centro de su aprendizaje y les va permitiendo tomar conciencia de sus acciones.
Y el hecho de ser tan poquitos permite crear esas relaciones de calidad, donde tener más visión, más comprensión, más perspectiva, más paciencia y más tiempo para ayudar a integrar esos límites y normas sociales.
Y ese tiempo no sólo respeta el nivel madurativo del infante, también es tiempo para mí, como adulta, para transformar mi vivencia con el límite y la norma a través de distintas herramientas, para poner más cuidado, más coherencia, más respeto.
Para que abrirnos a los otros y empezar a adaptar normas sociales pueda converger con una construcción positiva de uno mismo.
Y así, en el día a día del nido, a través de momentos cotidianos, vamos construyendo esas bases del mundo, de nuestro mundo.