El post de hoy nace de un suceso vivido este fin de semana durante una formación de “Madre de día”.
De la mano de Chantal Eseverry, Enrique Yuste y su amplia experiencia en "La Casa del Baobab" profundizamos en el porqué, cómo, desde donde, para que…en nuestra forma de acompañar a niños y niñas.
En el post “Acompañamiento respetuoso” veíamos muchas experiencias pedagógicas que muestran que:
“El niño posee dentro de sí mismo el modelo para su propio desarrollo y que ésta guía interior permite dirigir su crecimiento .”
El papel del adulto en este aprendizaje activo por parte del niño, aporta, entre otras cosas, presencia, confianza en sus capacidades, un papel de espera a que el niño haga sus propios descubrimientos y la preparación adecuada del ambiente, sin necesidad de dirigir, pues el proceso va aconteciendo de manera natural.
(Esto no quiere decir que no haya propuestas de actividades, donde se enseñen diferentes técnicas o herramientas y donde el niño, asumiendo su responsabilidad, elija en que quiere participar.Tampoco es sinónimo de una ausencia de límites. Los límites aparecen de una manera coherente para estructurar el espacio y las infinitas posibilidades de acción.)
Volviendo al debate planteado, la opción de actividad dirigida, de manera llamativa, fue ganando fuerza (a pesar de que las personas que argumentaban al respecto simplemente lo hacían porque se les había pedido para la propia dinámica, no porque fuera su perspectiva) y, parecía que las razones que daban estaban cargadas de fundamento:
- sabemos lo que lo que aprenden,
- se llegan a abordar más contenidos,
- permite que haya más orden,
- es importante poder estructurar los conocimientos,
- aprenden a esperar, tener paciencia,
- llevan un ritmo y nivel parecido en función de la edad.
Aquella dinámica me dio mucho que pensar...
Nuestra visión de nosotros mismos y del mundo en general están construidas desde que nacemos con ideas como:
“Necesidad de mejorar, llegar a, adquirir, tener, potenciar, cambiar…”
y un sin fin de ejemplos, de ofertas, de anuncios... que nos hacen movernos con una sensación de “falta”, desde seres incompletos, alejados muchas veces de esa capacidad innata que decimos está presentes en los niños y niñas.
A partir de esa manera de vernos a nosotros mismos, “soltar el control”, confiar y aportar presencia a las actividades que vayan surgiendo en un grupo de niños, viéndolos como motores de su propio desarrollo y aprendizaje, puede resultar difícil y dar miedo al principio.
La idea de que “nos falta algo" está muy inculcada en nosotros, de una manera no consciente, tanto que sostiene todo el sistema en el que vivimos, llevándonos a mirar más hacia lo externo que hacia uno mismo.
Por ello, es de vital importancia que tomemos conciencia del valor que tiene el juego y la actividad libre para que niños y niñas puedan ir madurando, sintiéndose seres completos, confiando en sus capacidades, sus impulsos, sus intereses, desde una total conexión con ellos mismos.
Desde ahí, le podemos dar sentido al real al significado de Educar: facilitar a que cada uno saque aquello que tiene dentro”.
Y a la vez que acompañamos a los niños, nos acompañamos a nosotros mismos, conectando con ese motor interno, presente en cada uno, con esa capacidad innata que ya sabe que Es.
¿Y si lo sabemos todo, sólo que lo hemos olvidado?
¿Jugamos?
El porque del juego libre a través de:
- Gemma Sanz repasando la evolución del juego en las distintas edades.
- Francesco Tonucci, autor de "La ciudad de los niños", plantea 20 reflexiones sobre el juego infantil.